La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo y negativo en la salud de los niños y adolescentes, tanto física como mentalmente. En este artículo, vamos a explorar algunas de las consecuencias que esta crisis sanitaria ha provocado en este grupo de edad, especialmente en el ámbito educativo.
La COVID-19 es una enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2, que se transmite principalmente por vía respiratoria. Aunque la mayoría de los casos en niños y adolescentes son leves o asintomáticos, algunos pueden desarrollar complicaciones graves, como neumonía, síndrome inflamatorio multisistémico o secuelas a largo plazo. Además, los niños y adolescentes pueden ser portadores del virus y contagiarlo a otras personas, especialmente a sus familiares más vulnerables.
El cierre de las escuelas y otras medidas de confinamiento adoptadas para contener la propagación del virus han afectado gravemente al derecho a la educación de millones de niños y adolescentes en América Latina y el Caribe. Según UNICEF, más de 97 millones de estudiantes se han visto privados del acceso presencial a la educación durante meses, lo que ha generado brechas de aprendizaje, deserción escolar, exclusión digital y desigualdad educativa.
La falta de interacción social con sus compañeros y profesores también ha tenido un impacto negativo en la salud mental y el bienestar emocional de los niños y adolescentes. Según una encuesta realizada por UNICEF, un 32% de ellos se siente preocupado, triste o infeliz tras la pandemia. Algunos factores que contribuyen a este malestar son el estrés familiar, el duelo por la pérdida de seres queridos, el miedo al contagio, la violencia doméstica o el abuso.
Los cada vez más casos de estudiantes con cuadros de gripe o infección viral en los centros educativos empiezan a ser notorios, algunas escuelas reportan ausencias de hasta 20 estudiantes por tema de salud, es aca donde debemos de preguntarnos, es algo normal, o sera que algo más está sucediendo. En internet podemos encontrar la teoría del de "Deuda Inmunológica", la cual, de forma resumida, detalla que durante el tiempo que se confino a millones de personas en casa, incluidos niños y niñas, la falta de contacto con el exterior genero una debilidad en su sistema inmunológico, y ahora que retoman las clases presenciales, al tener contacto con su entorno, hace que adquieran con facilidad virus y microbios, con los cuales deben de combatir, es por esta razon que muchos estudiantes recaen incluso cada 15 días con algún cuadro de gripe con fiebre.
Ante este panorama desolador, es urgente tomar medidas para proteger la salud y garantizar el derecho a la educación de los niños y adolescentes durante y después de la pandemia. Algunas acciones que se pueden implementar son:
- Asegurar el acceso universal a las vacunas contra la COVID-19 para todos los grupos etarios elegibles.
- Promover el retorno seguro a las clases presenciales con protocolos sanitarios adecuados y flexibles según la situación epidemiológica.
- Apoyar a los docentes con formación e insumos para adaptarse al modelo híbrido o virtual de enseñanza-aprendizaje.
- Proveer a los estudiantes con dispositivos tecnológicos y conectividad para facilitar su participación en las actividades educativas remotas.
- Fortalecer los programas de alimentación escolar para prevenir la desnutrición infantil.
- Implementar estrategias de apoyo psicosocial para prevenir y atender los problemas de salud mental derivados de la pandemia.
- Prevenir y denunciar cualquier forma de violencia o abuso contra los niños y adolescentes dentro o fuera del hogar.
La COVID-19 ha supuesto un gran desafío para la salud y la educación de los niños y adolescentes en nuestra región. Sin embargo, también nos brinda una oportunidad para transformar nuestro sistema educativo hacia uno más inclusivo, equitativo e innovador que responda a las necesidades actuales y futuras de esta población.
Referencias:
: La COVID-19 en niños y adolescentes - World Health Organization
: Impacto del COVID-19 en los niños, niñas, adolescentes y sus familias | UNICEF
: Un 32% de niños y adolescentes se siente preocupado, triste o infeliz tras la pandemia
